martes, 6 de enero de 2009

A manera de prólogo

A manera de prólogo

"Los tiempos cambian". Frase trillada si las hay. Seguramente no la mejor para iniciar un prólogo de una revista de cuentos y poemas. Sin embargo, como casi todas las frases trilladas posee un buen porcentaje de verdad. En los ´70 u ´80 ni el mejor escritor futurista se hubiera podido imaginar que una revista podía armarse de la manera en que se armó Finisterre. Al comienzo, varias reuniones en un bar cercano a la Universidad de Morón (lugar en el que estudian Letras o Filosofía casi todos los integrantes de esta revista) los sábados a las dos de la tarde. Esas reuniones, entre pizza y tostados, sirvieron para acordar algunos criterios mínimos (que después no se respetaron) pero resultaron, en general, bastante erráticas: se hacía difícil poner fechas, definir formatos, unificar ideas con respecto a la selección de textos, la cantidad, el género, el modo de distribución del libro o revista.

Después de un encuentro fallido, con muy escasa asistencia, una de las chicas decide mandar un mail en el que pide, ruega, exige más compromiso. Y a partir de entonces... magia. Lluvia de mails, tsunami de propuestas, multiplicación de textos, ilustraciones, sugerencias... y en menos de una semana la revista queda armada. Yo leo azorado en mi computadora los títulos que los autores sugieren: Vórtice, La galletita asesina, 3 am, Es la prima de mi hermana, La mandarina mecánica y muchísimos más. Ninguno me gusta ni un poquito. Yo pensaría en otros bien diferentes. Recuerdo unos versos en que Héctor Negro afirma: "La poesía tiene que mejorar las cosas. / Por algo es una rosa amurallada / navegando la sangre y los caminos". Pienso en mis poetas más queridos: Neruda, Cardenal, Hamlet Lima Quintana, León Felipe. Me pregunto si sigue siendo posible transformar la realidad a través de las palabras. Me invade un escepticismo demoledor.

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Pero pocas horas más tarde los chicos me acercan una primera prueba de impresión de la revista, con la intención de que escriba un pequeño prólogo. Un poco desganado, comienzo a leer los textos que cada autor seleccionó. Son palabras nuevas: cinco de los ocho autores tienen menos de 25 años. Palabras nuevas en busca de sentidos (¿nuevos?). Búsquedas honestas, apasionadas, difíciles, a veces doloridas, a veces ásperas, siempre auténticas. Y me encuentro con poesías y cuentos que

dicen. Dicen sobre la pulsión por la libertad, sobre ese loco al que llamamos Dios, sobre el encuentro y el desencuentro, los tajos, las cicatrices, la ciudad. Palabras que intentan decir la tragedia, la memoria, la guerra, los muertos insepultos, el encierro, el cuerpo. Y sobre todo me encuentro con palabras que explotan de belleza. Y que obstinadamente siguen buscando construir sentidos para dar batalla en tiempos del escepticismo obligatorio. Y entonces leo, releo, me enojo, disfruto. Y leo otra vez. Basta de prólogos. A dar vuelta la página. A leer, sin demorarse ni un segundo más. La poesía tiene que mejorar las cosas.


Hernán Nemi

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